Leonardo da Vinci

Autorretrato realizado entre 1512 y 1515
Este florentino, de impresionante inteligencia, exacerbado perfeccionismo y exquisita sensiblilidad, se interesó por todos los aspectos de la ciencia y del arte, adelantándose a su tiempo y convirtiéndose en paradigma (ejemplo) del hombre del Renacimiento. Aquellas palabras escritas en su juventud ''siento el deseo de hacer milagros'', casi se convirtieron en realidad, tanto en sus pinturas como en sus obras de ingeniería y en sus originales inventos.
Leonardo nació en Vinci, una ciudad muy cercana a Florencia, cuna del renacimiento italiano. Era hijo natural de un notario florentino, aunque esto no supuso impedimento para que el joven pudiera asegurarse un futuro de honor y éxito. Vivió con su padre desde los cuatro años y recibió la educación y los caprichos propios de un hijo único de familia rica. Su gran inteligencia y el vivo interés por aprender se manifiestan en los campos de la literatura, las matemáticas, la música y el dibujo.
Una cultura humanista
El movimiento humanista que se desarrolló en el Renacimiento había colocado al hombre en el centro del Universo. El humanismo recuperó lo mejor de la Antigüedad griega y romana, sin desdeñar la tradición cristiana y puso de moda las obras clásicas y su imitación; restableció el ideal de belleza que inspiró a los artistas antiguos y trató de reproducir fielmente la naturaleza con espíritu crítico. el perfecto hombre del Renacimiento debía tener una amplia formación, que le permitiera moverse con facilidad en los ambientes militares, artísticos, intelectuales y políticos. Esa era la intención del padre de Leonardo, pero el joven, a pesar de la inicial oposición paterna, decidió ingresar como aprendiz en el taller de uno de los artistas más importantes de Italia: Verrocchio.
En los talleres de los maestros de renombre los artistas tenían a su cargo a jóvenes a los que el arte y el oficio de pintar. Cuando los discípulos aprendían lo suficiente, se independizaban y creaban su propio taller. Leonardo se convirtió rápidamente en el alumno preferido del maestro. Se dice que incluso sirvió de modelo para la estatua en bronce de David que realizó Verrocchio, no sólo la admiración que el artista sentía por él, sino también por su belleza y atractivo. El discípulo llegó a superar al maestro y algunos biógrafos aseguran que Verrocchio fue abandonando la pintura en favor de la escultura por este motivo.
En busca de la belleza
En el terreno estético, los humanistas pensaban que la belleza era un camino para conseguir el conocimiento, ya que la belleza y la armonía se aproximaban a lo divino. El hombre tiene el poder de crear belleza, observando la naturaleza y despojándola de todas sus imperfecciones. Así, Leonardo, como muchos de los artistas del Renacimiento, se interesó por la anatomía, para conocer mejor el cuerpo humano y reflejar fielmente su belleza. Fue Verrocchio quien inició a Leonardo en las técnicas de disección de cadáveres.
La Ultima Cena de Leonardo fue pintada en el refectorio del convento de los dominicos de Santa María de las Gracias en Milán, por encargo de Ludovico Sforza
Aunque la moda era imitar a los clásicos, el artista del Renacimiento no sólo miraba hacia su pasado, sino también hacia el futuro. Leonardo investigó nuevos materiales para sus pinturas (algunos de ellos un auténtico fracaso, como los que utilizó en los frescos de la Ultima cena del convento de Santa María de las Gracias en Milán, restaurado con técnicas modernas) e inventó una nueva técnica pictórica: el sfumato. Hasta entonces, las figuras de un cuadro se modelaban con ayuda de líneas oscuras que el contorno de las siluetas y los rasgos interiores. Así se destacaban del resto de la pintura de una manera relativamente fácil, pues el modelado no necesitaba ser perfecto. Pero Leonardo realizó imágenes de contornos difuminados, que daban una sensación de mayor presencia, y a la vez conseguía que la figura se relacionara más con el ambiente que la rodeaba.
A pesar de todas las influencias que pudo recibir de su entorno artístico, Leonardo siempre mantuvo una trayectoria propia. Una de las características de su obra es la ausencia de vejez, el dolor y la tristeza. Nunca pintó el sufrimiento y pocas veces la traición o la violencia. Y sin embargo, llegó a ser uno de los pintores más profundos no sólo de su tiempo sino de todas las épocas.
Bajo la protección de los mecenas
Cuando Leonardo da Vinci creyó terminada su formación, abandonó el taller de Verrocchio y rápidamente comenzó  a tener sus propios encargos. En los siglos XIV y XV, los artistas entraban al servicio de un hombre rico y poderoso que los protegía, les ofrecía un sueldo y les encargaba todo tipo de obras: era el mecenas o protector. La admiración que suscitaba la personalidad de Leonardo, le hizo tener numerosos benefactores. El primero de ellos fue el florentino Lorenzo de Médicis, al que siguió Ludovico Sforza, que apodaba el Moro, con el que estuvo 20 años en Milán ocupando el puesto de ingeniero militar. También sirvió a hombres tan poderosos como César Borgia, al gobernador francés de Milán, al papa León X y, finalmente, al rey Francisco I de Francia. Gracias a ellos pudo hacer realidad numerosos proyectos de ingeniería civil (desecación de pantanos, fortificaciones, puentes) y militar (proyectos para hundir naves, desviar ríos, armas nuevas), ideados por él mismo, aunque la mayoría de sus inventos nunca llegaron a ser más que un mero proyecto. Aprovechaba los viajes que realizaba como enviado para intercambiar textos e ideas con sabios, artistas y científicos de otros lugares. Y es que tanto la invención de la imprenta, como los avances científicos facilitaron el intercambio fluido de ideas, estilos, mercancías y monedas durante el Renacimiento.

La obsesión por la perfección
San Juan Bautista
La Gioconda
Leonardo da Vinci era extremadamente exigente y riguroso con sus quehacer. Siguiendo la moda de la época, eligió una divisa o lema para su trabajo ''Obstinato rigore'', que significa ''con obstinada exigencia de perfección'' de manera que con frecuencia abandonaba sus obras sin terminar , al observar que no podía realizarlas de la forma que él mismo había soñado. Esto le trajo, por un lado, numerosos problemas, pues no finalizó algunos encargos (como la estatua en memoria de Francisco Sforza, o el cuadro de la Batalla de Anghiari, encargado por el Consejo de la cuidad de Florencia) y, por otro, las burlas y envidias de sus colegas. Se dice que nunca quiso desprenderse de sus dos cuadros favoritos, La Gioconda y San Juan Bautista, y que durante años siguió modificando y añadiendo detalles a ambas pinturas con el fin de mejorarlas. Cuando finalizaba una obra, comenzaba otra que suponía una meta nueva,más difícil, tal vez más personal. Su imaginación no descansaba en ningún momento y su curiosidad no tenía límites. Su ingenio y su deseo de perfección abrieron nuevos caminos en todas las ramas del conocimiento y del arte. Sin duda, la humanidad tiene mucho que agradecer a este polifacético hombre del Renacimiento.

Otro Leonardo
El ideal renacentista del hombre completo y universal sirvió a Leonardo da Vinci para armonizar dos tendencias de su personalidad: la creativa y la sed de conocimiento. Interesado por la cartografía, realizó numerosos mapas de regiones de Italia y Francia. Comprendió que la Luna no tiene luz propia, sino reflejada, y que la Tierra era esférica. Descubrió fósiles marinos en las montañas. E n sus minuciosos estudios de anatomía se interesó por los músculos, los huesos y todos y cada uno de los órganos y sus funcionamiento. Describió exactamente el feto humano y el aparato genital femenino y masculino. Sus trabajos resultaron tan minuciosos, que ni los médicos ni los científicos de la época lograron superarle.
Estudio sobre el feto humano
Una de sus mayores obsesiones era conseguir una máquina capaz de volar. Basándose en sus estudios anatómicos sobre las aves y los murciélagos, ideó artilugios, aunque ninguno resultó. Sin embargo, en 1890, un investigador de navegación aérea construyó un prototipo basado en los diseños de Leonardo, que consiguió dar un salto de 50 metros.
Fue Verrocchio quien le inició en los secretos de la ingeniería, a partir de los cuales creó Leonardo sus primeras máquinas basadas en poleas, balanzas, pesos y muy variados engranajes. Inventó numerosos dispositivos para la industria textil, aunque nunca se aplicaron. Incluso inventó máquinas para construir máquinas. Consciente de la imposibilidad de llevar a cabo sus proyectos, Leonardo, en fin, inventaba para su propio placer y, en cualquier caso, para las generaciones futuras.
Por eso, en un terreno más anecdótico, fue experto en la organización de fiestas, diseñó vestidos y uniformes para el personal palaciego. Ideó artilugios para picar y moler alimentos, para eliminar el mal olor y limpiar las cocinas. Introdujo el uso de las tapas en las ollas e inventó la servilleta y el popular bocadillo. Pero quizá lo mas curioso sean sus recetas de cocina, que podrían englobarse en lo que hoy llamamos nouvelle couisine.
Sus manuscritos están caligrafiados de derecha a izquierda (escritura espejo).

La Dama del armiño
Diseño de ballesta gigante
Diseño de una máquina voladora
Estudio sobre el cráneo 
Virgen de las Rocas
Estudio sobre el feto humano